20 de febrero de 2019

Atardecer de invierno...

Los atardeceres de la provincia de Cádiz tienen fama, pero cuando verdaderamente se disfruta de su belleza es en invierno. Estás solo en la playa, el sonido del mar y el fresco viento del atardecer es tu única compañía y te entretienes observando como el sol se va entre las olas que rompen contra las rocas...


Herencia andalusí...

Granada es de esas ciudades que te transportan al pasado. Parece que por ella no ha pasado el tiempo. En el corazón del barrio del Albaicín, un gitano del Sacromonte cantaba flamenco, un cante que es legado de la cultura musulmana que tanto nos impregnó a los andaluces. La Alhambra de fondo parecía escuchar con nostalgia un cante que heredamos de aquellos que la construyeron...


Por las calles de Coimbra...

Volvía de visitar la biblioteca de la universidad de Coimbra, iba paseando despacio y me llamó la atención este bonito gato callejero. Estaba echado en la puerta de una casa que parecía abandonada, pero no se movía de allí y observaba atentamente a todo el que pasaba por la calle. Pasado un rato llegó su dueño, abrió la puerta y los dos entraron tranquilamente. Ni la casa estaba abandonada ni el gato era callejero. A veces las apariencias engañan... 


Catedral de Florencia...

Quizás la catedral de Florencia sea de todas las que he visto la que más me ha impresionado. Con su espectacular cúpula de Brunelleschi y el llamativo campanario de Giotto esta impresionante construcción es el símbolo de esta bella ciudad. Es de esos monumentos que nunca te cansas de observar y por muchas veces que lo hayas visto siempre te quedas asombrado cuando lo miras desde cualquier punto de Florencia. Incluso hay veces que lo ves todavía más bonito si el reflejo de una simple ventana te ayuda a imaginar la catedral simétrica, con la cúpula del duomo en el centro y dos campanarios a cada lado...


Cuadro viviente...

Cádiz, en invierno cuando no hay turistas en busca de playas ni gente buscando su famoso carnaval deja salir su verdadera esencia. Una tarde me encontré con este hombre que acompañaba a su amigo que tocaba la guitarra en la calle para sacarse un dinerillo. Él, lleno de tatuajes, se entretenía pintándose la piel con la tinta de un bolígrafo. Así, cuando se le borraban tenía otra vez el lienzo para poder pintar. Me dijo que le gustaba sentirse un "cuadro viviente"...